Cada tanto habría que tener alguna aventura o vivir algún acontecimiento extraordinario sólo por la cortesía de disponer de un comentario interesante cuando un amigo a quien no vemos desde hace mucho y encontramos casualmente nos pregunta «¿Y qué es de tu vida?».

Creo que conocí a Barbara Kruger leyendo fanzines anarquistas en una lavandería del suburbio. Fue hace muchos años. Cuando ahora vuelvo a encontrarla tengo la misma sensación ambigua que frente al anarquismo adolescente.

¿Por qué hay que preocuparse por los demás?

Apresúrate, estimado polemista, a poner a tu contendiente dentro de una categoría cualquiera. No es necesario que sea una categoría infamante; basta con que sea levemente arbitraria, pero levemente verosímil. «Ese es el típico argumento de la clase media temerosa de perder sus privilegios» o «así piensa una chica porteña estándar». Tu contendiente deberá defenderse, deberá molestarse en aclarar que no, que no teme perder ningún privilegio, o deberá preguntar por qué ella sería una chica porteña estándar, y así la discusión tomará otros cauces, mucho más favorables a tus propósitos.

Quien sale de viaje con una cámara mira en fotos. Quien tiene un weblog piensa en posts. El conductor percibe cosas que el peatón ignora. Quien no fuma cree que el cenicero sirve para tirar el envoltorio de los caramelos.